Anatomía de un escándalo científico

Bajo presión, una revista que en su día destacó por su valentía, se retracta de un importante artículo sobre las raíces sociales de la angustia relacionada con el género, todo por un tecnicismo menor aplicado de forma incoherente.

El método científico es la mejor forma que tiene el ser humano de investigar fenómenos, adquirir nuevos conocimientos y corregir creencias erróneas. Las revistas científicas desempeñan un papel vital en este proceso, fomentando el debate racional basado en pruebas y la búsqueda de la verdad por encima de todo. Pero como el funcionamiento interno de estas revistas sigue siendo en gran medida poco transparente, los ciudadanos, los responsables políticos, y los periodistas científicos, pueden tener dificultades para discernir cuándo la política ha comprometido una determinada publicación, especialmente cuando las agendas ideológicas se redactan en lenguaje científico y se les da el barniz de autoridad científica.

Las revistas médicas, en general, están al borde de esa captura ideológica, si es que no han sucumbido ya a ella. Los hallazgos que contradicen el modelo predominante de “afirmación del género” en la atención a los jóvenes transgénero, o que ofrecen incluso críticas leves, se han convertido en algo casi imposible de publicar. Sin embargo, existen raras excepciones, como Archives of Sexual Behavior (ASB), una revista publicada por Springer Nature. Esta publicación se ha distinguido por su voluntad de facilitar la diversidad de puntos de vista en la medicina… hasta ahora.

Recientemente, un alarmante suceso puso de relieve la vulnerabilidad del quehacer científico frente a la política. El ASB, es uno de los principales blancos de los investigadores activistas, que no toleran la disidencia de sus puntos de vista, y una campaña de meses de duración, para presionar a Springer Nature para que se retractara de un artículo  que a estos activistas no les gustaba, ha culminado con éxito. Aunque el deseo de los activistas de censurar investigaciones inconvenientes no debería sorprender, la capitulación de Springer Nature ante sus exigencias representa una profunda traición a la integridad científica y al compromiso de la editorial con la verdad.

El artículo en cuestión, “Rapid Onset Gender Dysphoria: Parent Reports on 1655 Possible Cases” (Disforia de género de inicio rápido: informes de los padres sobre 1.655 posibles casos), fue escrito por los investigadores Suzanna Díaz (seudónimo) y Michael Bailey, y publicado en ASB el 29 de marzo.

La disforia de género de inicio rápido (ROGD), una vía recientemente propuesta para la disforia de género, fue descrita por primera vez por la investigadora Lisa Littman en 2018; la teoría puede ayudar a explicar el aumento documentado de casos de disforia de género entre adolescentes y adultos jóvenes, que anteriormente no habían exhibido problemas relacionados con el género. Littman, propuso y proporcionó pruebas de apoyo de que los factores sociales han causado, al menos en parte, el aumento, especialmente entre las niñas.Tal hipótesis podría parecer plausible, o al menos una cuestión empírica directa, que debe decidirse a través de un examen basado en la evidencia.

Pero esto viola la narrativa dominante, favorecida por los activistas de la medicalización, de que el aumento de las identidades trans se deriva de un aumento de la aceptación social de la “diversidad de género”. Las pruebas a favor de la ROGD, pondrían en tela de juicio el modelo de atención de “afirmación de género”, un enfoque basado en la idea de que los niños pueden conocer su “identidad de género” desde muy pronto y que rara vez, o nunca, cambiarán de opinión al respecto.

Este sistema de creencias, que se opone a siglos de sabiduría acumulada sobre el desarrollo humano, se ha resumido con la frase: “los niños trans saben quiénes son”. El modelo afirmativo, guía a los proveedores de atención sanitaria para que “afirmen” (es decir, estén de acuerdo) la identidad autodeclarada de un niño y faciliten el acceso a hormonas y cirugías, todo ello con el fin de alinear el cuerpo del niño con su identidad de género sentida. En consecuencia, los activistas han realizado intensos esfuerzos para socavar la investigación sobre ROGD, en cada oportunidad que se les ha presentado.

El artículo de Littman de 2018, generó una intensa reacción de los activistas, que presionaron con éxito a la revista que publicó sus hallazgos (PLoS One) para que diera el inusual paso de iniciar una segunda ronda de revisión por pares, posterior a la publicación. El artículo se volvió a publicar con una “corrección” que ofrecía una explicación más detallada de su metodología, centrándose específicamente en su dependencia de los informes de los padres, y una aclaración de que la ROGD no es un diagnóstico clínico. Sin embargo, es importante destacar que las conclusiones centrales del artículo, sobre el probable papel de las influencias sociales, se mantuvieron sin cambios.

Los activistas, interrumpieron repetidamente los intentos de Littman de explorar el ROGD, mediante encuestas en línea, pero el nuevo artículo de Díaz y Bailey dio más credibilidad a la hipótesis del ROGD. Examinaron los informes de los padres de 1.655 casos potenciales de ROGD, mediante una encuesta en línea. El tamaño de la muestra empequeñecía la del estudio original de Littman, que se basaba en 256 informes de los padres. Estos datos, reforzaron los hallazgos de Littman sobre la aparición de la disforia de género después de la pubertad, predominantemente en niñas, junto con enfermedades mentales preexistentes, un uso intensivo de las redes sociales y la influencia de los compañeros. También corroboraron el hallazgo de Littman en 2018, de que una abrumadora mayoría (90 por ciento) de los padres preocupados, son políticamente progresistas, socavando la narrativa común de que las críticas y preocupaciones sobre la afirmación de género se originan en el conservadurismo.

¿Qué más encontró el documento? En la muestra, la disforia de género se manifiesta, aproximadamente, dos años antes en las mujeres que en los hombres. Las mujeres, tienen más del doble de probabilidades de llevar a cabo una transición social. Sin embargo, entre los que experimentaron disforia de género durante al menos un año, los varones tenían más probabilidades de someterse a intervenciones hormonales. Además, la mayoría de los padres afirmaron sentirse coaccionados por los especialistas en género, para afirmar la nueva identidad de su hijo y respaldar su transición. Los padres que facilitaron la transición social de su hijo, declararon que la salud mental del niño “se deterioró considerablemente tras la transición social”, y que la relación con su hijo se resintió. Estos hallazgos son cruciales, ya que corroboran el creciente número de pruebas que apoyan la teoría del ROGD e indican la necesidad de un nuevo enfoque de tratamiento especializado para los jóvenes con trastornos relacionados con el género.

Los clínicos, reconocen ampliamente la existencia de esta nueva cohorte. Anna Hutchinson, antigua y destacada terapeuta del Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género del Reino Unido, describió, claramente, una tendencia de adolescentes “sin ningún antecedente sintomático notable [de disforia de género] antes o durante las primeras etapas de la pubertad”. “La descripción de Littman [de la ROGD] coincide con nuestras experiencias clínicas desde la consulta”, afirmó. Más recientemente, la autoridad sanitaria pública de Inglaterra, el Servicio Nacional de Salud, acaba de publicar nuevas especificaciones de tratamiento en las que advierte sobre la conveniencia de tratar médicamente a los jóvenes con disforia de género de aparición tardía, señalando que “existe una incertidumbre aún mayor en cuanto a la base de pruebas clínicas de apoyo, una práctica clínica menos establecida y menos conocimientos sobre la historia natural de la disforia de género” para este novedoso grupo de pacientes. La supresión de la investigación sobre la ROGD, socava la investigación científica sobre un asunto vivo de urgente preocupación pública. Impide que los médicos y los profesionales clínicos basen los tratamientos que prescriben en pruebas, y no en ideologías.

El 18 de abril, sólo unas semanas después de la publicación del artículo, Bailey recibió una lista de preguntas del comité ejecutivo de la Academia Internacional de Investigación Sexual (IASR) sobre el proceso de aprobación ética de la Junta de Revisión Institucional (IRB) de la Universidad Northwestern, donde trabaja Bailey. Al día siguiente, un mensaje del Comité Ejecutivo de la IASR comenzó a circular, notificando a los destinatarios de “preocupaciones significativas sobre la conducta ética y la integridad del proceso editorial” en ASB. Los miembros fueron informados de que la IASR estaba consultando con el editor de la revista y su editor, Springer Nature, para abordar estas preocupaciones. Springer Nature se puso en contacto con Bailey el 28 de abril: “Se han planteado algunas cuestiones sobre el artículo”, escribió el editor, “y las estamos investigando junto con nuestro Grupo de Integridad de la Investigación”

El correo electrónico, se centraba por completo en el proceso de aprobación ética del IRB obtenido antes de la publicación, que es un procedimiento formal que se aplica a todas las investigaciones propuestas en seres humanos, para garantizar que se llevan a cabo de forma ética y que los participantes están debidamente protegidos. Dos semanas más tarde, el 5 de mayo, se publicó una carta abierta dirigida tanto a la IASR como a Springer Nature. En la carta se pedía la destitución de Kenneth Zucker como redactor jefe de ASB, en respuesta a su decisión de publicar el estudio de Díaz y Bailey. La carta tenía 100 firmantes principales, entre ellos Marci Bowers, presidenta de la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero, y un montón de otros académicos y profesionales de la medicina. Todos ellos amenazaron con “dejar de enviar artículos a la revista, de actuar como revisores y de desempeñar funciones editoriales, hasta que el Dr. Zucker sea sustituido por un editor con un historial demostrado de integridad en asuntos LGBTQ+ y, especialmente, en asuntos trans”.

En concreto, la carta afirmaba que la decisión de Zucker de publicar el estudio “amenaza los fundamentos de la ética de la investigación”, porque los autores del artículo no habían obtenido la aprobación ética del IRB antes de la recogida y publicación de los datos. Ese mismo día, FAIR in Medicine, una red profesional no partidista, que defiende “los más altos estándares éticos en la práctica médica”, patrocinó una contracarta. Este documento, subrayaba su apoyo al Dr. Kenneth Zucker y pedía un “proceso editorial académicamente sólido e imparcial” en la ASB y la “publicación ininterrumpida” del estudio de Díaz y Bailey. En lugar de capitular ante las “demandas censuradoras” de los activistas, FAIR in Medicine instaba a un “debate abierto sobre el artículo”. La contracarta reunió más de 2.000 firmas, entre las que se encontraban figuras notables como el profesor de salud de Stanford Jay Bhattacharya, el psicólogo de la Universidad de Nueva York Jonathan Haidt y la investigadora del ROGD Lisa Littman, entre otros. Bailey abordó con prontitud las preocupaciones relativas a la aprobación ética del IRB.Los datos de la encuesta inicial utilizados en el estudio, explicó, fueron recogidos por el autor principal del artículo, de seudónimo “Díaz”, que no estaba afiliado a una institución que requiriera la aprobación del IRB para un proyecto de este tipo.

Además, el representante del CEI de Northwestern informó a Bailey de que, aunque el CEI no podía aprobar retrospectivamente los datos recopilados previamente, le permitiría ser coautor de un artículo sobre esos datos, siempre que se eliminara de ellos toda información personal identificable. Es significativo que la propia política de Springer Nature establezca explícitamente que en situaciones en las que “un estudio no haya recibido la aprobación del comité de ética antes de comenzar. . . . La decisión de proceder o no a la revisión por pares, en tales casos, queda a discreción del editor”. Así pues, todos los esfuerzos por socavar el estudio o desacreditar la decisión de Zucker de revisarlo y publicarlo basándose en consideraciones del CEI, parecían inútiles, por lo que la campaña de presión cambió de táctica. El 23 de mayo, Springer envió un correo electrónico a Díaz y Bailey, en el que les agradecía que hubieran respondido a sus preguntas anteriores, pero también les informaba de que, a pesar de ello, el artículo sería retirado “debido al incumplimiento de nuestras políticas editoriales en materia de consentimiento”: Los participantes en la encuesta no habían dado su consentimiento informado por escrito, para participar en una investigación académica o para que sus respuestas fueran publicadas en un artículo revisado por pares. Díaz y Bailey tenían hasta el 26 de mayo para responder por escrito, expresando su acuerdo o desacuerdo tanto con la retractación como con su redacción. Según Springer, esta respuesta se incorporaría a la nota de retractación. Para ser claros, Springer no estaba invitando a Díaz y Bailey a impugnar la decisión de retracción; simplemente estaba ofreciendo la oportunidad de reflejar la postura de los autores sobre el asunto.

La estrategia de los activistas aquí era simple: hacer que el artículo de Díaz y Bailey se retractara por un tecnicismo, y luego hacer girar la retracción como una invalidación de los principales hallazgos del estudio. Esta táctica se utilizó con éxito en el artículo de Littman sobre la ROGD de 2018; la decisión de la revista de volver a revisar el artículo y publicar una “corrección” ha sido aprovechada repetida y deshonestamente por los defensores de la atención “reafirmante de género” para declarar que el estudio está “desacreditado”. Una retractación del estudio de Díaz y Bailey, podría tener un efecto aún más desastroso. No sólo supondría la retractación de una importante contribución al debate científico en curso sobre la identificación transgénero entre los jóvenes, sino que también señalaría la captura ideológica de un gigante de la edición científica, que controla cientos de revistas que conforman nuestra base de conocimientos. Con tanto en juego, Díaz y Bailey contraatacaron. El 25 de mayo de 2023, Bailey escribió una extensa carta de apelación a los editores de Springer, en la que subrayaba la irracionalidad de la impulsiva y “caprichosa decisión” de retractarse de su artículo, un acto que él percibe como un intento de “silenciar la conversación crítica en torno a las cuestiones de género”.

En opinión de Bailey, esta retractación, no sólo amenaza con infligirle un daño profesional, económico, y a su reputación, sino que también socava el papel fundamental de Springer Nature “como fuente de publicación imparcial de artículos académicos que abordan las urgentes cuestiones de género a las que se enfrenta la sociedad actual”.

Bailey, planteó tres objeciones principales a la decisión de Springer de retractarse del artículo. En primer lugar, impugnó los motivos de la retractación por ser un “blanco móvil” en constante cambio. Inicialmente, la preocupación de Springer giraba en torno a una posible violación de la ética derivada de la ausencia de aprobación del IRB, señalada a su atención por los activistas. En segundo lugar, Springer afirmaba que los participantes en el estudio no habían dado “su consentimiento por escrito para participar en una investigación académica o para que sus respuestas se publicaran en un artículo revisado por expertos”.

Como explicó Bailey, los padres que participaron en la encuesta, estaban entusiasmados con la idea de aportar datos relacionados con la ROGD, dada la escasez de información sobre esta novedosa presentación de la disforia de género. En la introducción de la encuesta, realizada por todos los padres participantes, se menciona la escasez de datos sobre el tema y la necesidad de que los padres “busquemos esta información por nuestra cuenta” para “ayudarnos a comprender mejor” este nuevo fenómeno. Al completar la encuesta, se informó a los padres de que sus “respuestas nos ayudarán a comprender mejor qué niños son más vulnerables a la disforia de género de aparición rápida y qué podemos hacer para ayudarles mejor”. Los padres no sólo estaban dispuestos a proporcionar información para mejorar la comprensión de la disforia de género de aparición rápida, sino que también eran conscientes de que los resultados anónimos se publicarían en Internet.

Bailey subrayó en su refutación: “La única intención de la participación de los padres en la encuesta, era informar a la comunidad científica sobre la nueva presentación de la disforia de género entre los jóvenes sin antecedentes de la condición”.  A pesar de esto, Springer optó por hacer caso omiso del espíritu que guiaba el requisito de consentimiento.

El consentimiento para la publicación de datos anónimos en un sitio web público, alegó, no equivale al consentimiento para la publicación de esos datos en un artículo académico revisado por pares. Pero consentir que los datos de una persona se publiquen en un sitio web gestionado por voluntarios no cualificados, es un riesgo mucho mayor que si la información de una persona es gestionada y publicada por una editorial académica que cuenta con profesionales dedicados y formados en el análisis exhaustivo de datos, y la protección de los sujetos humanos. Como dijo Bailey: “Si los participantes hubieran consentido originalmente en participar sólo en futuras investigaciones académicas revisadas por pares, pero más tarde sus respuestas aparecieran en un sitio web no académico, con normas de calidad mucho más bajas, se podría afirmar que el consentimiento original no era válido. Sin embargo, en este caso ocurrió justo lo contrario: se respetaron los deseos de los encuestados y se aplicaron normas de calidad adicionales. Es difícil creer que el consentimiento de los participantes no se extienda a una situación en la que sus datos se manejan con más cuidado y precaución de lo que habían acordado en un principio.

Citó “una serie de ‘publicaciones académicas’ [de Springer] basadas en encuestas en las que los encuestados no dieron su permiso explícito para el uso en ‘investigación académica’, y, a menudo, aparentemente no dieron su consentimiento para ningún fin de investigación en absoluto”. Los ejemplos incluían al menos seis publicaciones que utilizaban datos de una encuesta de salud realizada por la American College Health Association que “incluía preguntas intensamente personales relacionadas [con] el consumo de sustancias, comportamientos sexuales y otros temas muy delicados”. Además, al menos siete publicaciones utilizaron datos de una Encuesta de Riesgo de Comportamiento Juvenil (YRBS), y no menos de seis utilizaron datos de la Encuesta de Transgénero de Estados Unidos (USTS) de 2015. Bailey encontró estos estudios después de una ojeada superficial de la literatura, lo que sugiere que existen muchos más casos de este tipo.

El día después de la presentación de apelación de Bailey, Springer pausó la retractación para deliberar internamente. Poco después, Springer notificó a Bailey que había “llegado a la conclusión de que esta retractación es necesaria sobre la base de la falta de consentimiento informado”. Parte de la notificación de retractación propuesta, dice así: “Los participantes en la encuesta no han dado su consentimiento informado por escrito para participar en una investigación académica o para que sus respuestas se publiquen en un artículo revisado por pares”.

Sorprendentemente, Springer dio las gracias a Bailey por llamar su atención sobre los otros 19 trabajos que parecían no haber obtenido, ni el consentimiento escrito para participar, ni el consentimiento para publicar, por parte de los participantes en sus encuestas. Según Springer, estos estudios estaban siendo investigados. (En contraste con el artículo de Bailey y Díaz sobre el ROGD, la investigación de las violaciones de la ética por parte de autores partidarios de la “atención con afirmación de género”, parece llevar mucho más tiempo: una investigación sobre un artículo del activista-investigador Jack Turban, lleva en curso más de un año). Springer también desestimó la preocupación de Bailey por el posible daño a su reputación, afirmando que la retractación simplemente “refleja los resultados relacionados con la investigación en sí y no la conducta del autor o autores” y que “no pretende ser un castigo”. Fue una respuesta sorprendente. Este tipo de retractaciones, independientemente de su motivación, son utilizadas habitualmente por los activistas para empañar la reputación de los investigadores implicados.

El artículo original de Lisa Littman sobre la ROGD, fue simplemente “corregido” y no se modificaron los resultados ni las conclusiones. La Universidad de Brown, donde trabajaba Littman en aquel momento, se sintió obligada a afirmar su “prolongado apoyo a los miembros de la comunidad trans” en respuesta a la publicación del artículo. Un escritor científico, criticó el estudio de Littman calificándolo de “científicamente engañoso” y afirmó que “el ROGD proporciona cobertura política a quienes desean hacer retroceder los derechos y la atención sanitaria de las personas trans”.

El reconocimiento por parte de Springer de que está investigando los 19 artículos que Bailey había señalado, sienta un nuevo y profundo precedente que podría ser devastador para la comunidad investigadora, especialmente en lo que se refiere a la investigación sobre transexualidad, ya que gran parte de la bibliografía existente, depende de datos de encuestas que probablemente no hayan obtenido el consentimiento por escrito tanto para participar como para que la investigación se publique en una revista académica.

En cualquier caso, es probable que muchos miles de trabajos de investigación publicados por Springer no cumplan las normas a las que se somete arbitrariamente el estudio de Díaz y Bailey. Tomemos, por ejemplo, a Turban, un investigador citado a menudo por los defensores del modelo de atención de “afirmación de género”. Turban publicó un estudio en una revista de Springer sobre las necesidades y experiencias únicas de los adolescentes que se identifican como transexuales. Aunque en los métodos del estudio se afirma haber obtenido el consentimiento informado para participar en él, en ninguna parte se menciona haber obtenido el permiso explícito “para que sus respuestas se publiquen en un artículo revisado por pares”, un requisito que Springer, ahora, aparentemente, considera necesario aplicar retrospectivamente. ¿Extenderá Springer su escrutinio al artículo de Turban, exigiendo pruebas documentadas del consentimiento explícito, por escrito, de cada participante para la publicación de sus datos? No está claro si Springer comprende, realmente, la magnitud de su decisión de retractarse del artículo de Diaz y Bailey por un tecnicismo menor, aplicado de forma incoherente.

Parte del problema de los artículos retractados, es que la revista posee los derechos de autor del contenido, lo que hace imposible que los autores vuelvan a enviar el artículo a otra publicación científica. En este caso, la casualidad estuvo del lado de Bailey y Díaz. Cuando publicaron originalmente con ASB, una subvención de la Society for Evidence-Based Gender Medicine (SEGM) -una organización profesional sin ánimo de lucro con sede en EE.UU., comprometida con elevar el listón de la calidad de la evidencia en medicina de género- permitió la publicación bajo una licencia Creative Commons Attribution 4.0 International License. Aunque Springer conserva los derechos de autor, esta licencia “permite el uso, el intercambio, la adaptación, la distribución y la reproducción en cualquier medio o formato, siempre que se cite debidamente al autor o autores originales y la fuente, se proporcione un enlace a la licencia Creative Commons y se indique si se han realizado cambios”. “A raíz de la retractación, Bailey y Díaz han vuelto a enviar el manuscrito a la revista Journal of Open Inquiry in Behavioral Science (JOIBS), una publicación incipiente fundada por académicos dedicados a los principios de “libre investigación y búsqueda de la verdad” y la creencia de que las ideas deben ser examinadas en lugar de suprimidas. Lamentablemente, entre las revistas médicas, este compromiso parece ser cada vez más la excepción, no la regla.

Nota del autor: En la versión original de este artículo, no se mencionaba la contracarta de FAIR in Medicine, que contribuyó significativamente a dar a conocer este asunto. Considero a FAIR in Medicine un aliado importante, y haberlos omitido en el artículo original ha sido un grave descuido.

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Fuente: city-journal.org, por Colin Wright*, 12 Junio 2023. Traducción, Equipo Freneduc

*Colin Wright es biólogo evolutivo y miembro del Manhattan Institute.

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